Pablo Alcaín.
Físico, docente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y becario doctoral del CONICET. Delegado general de FEDUBA Exactas
Desde sus asunción Mauricio Macri ha establecido un plan sistemático de ataque al desarrollo científico y tecnológico. Lxs científicxs argentinxs han recibido ataques simbólicos, prácticos y presupuestarios, el último de ellos fue encontrarse con sólo unos centavos en sus cuentas como liquidación mensual. Nuestra responsabilidad como científicos y universitarios es identificar estos problemas y defender el sistema científico.
Quizás el ataque más evidente e indiscutible es el problema presupuestario, que trasciende los problemas de recesión que ha tenido la economía en los últimos años: incluso en función del PBI, la caída del financiamiento en Ciencia y Tecnología es estrepitosa, cayendo casi un 20% del 2015 al corriente año (1). Esta decisión política de achicar el financiamiento se expresa en la cantidad de investigadores que ingresan al sistema científico, con puntos álgidos de conflicto con las convocatorias del CONICET para la carrera de Investigador que se han reducido drásticamente respecto el plan Argentina Innovadora 2020 lanzado por el entonces y actual ministro Lino Barañao.
En declaraciones del 10 de enero de 2016, a un mes de tomar posesión del cargo, el Doctor Alejandro Ceccatto, presidente del CONICET decía que «El CONICET hoy es inviable y necesita un cambio profundo»(2). Una palabra que no nos cansamos de escuchar por parte de este modelo neoliberal y que nunca se termina de definir correctamente: «inviable».
En este caso, Ceccatto decía que el CONICET era inviable porque «es una de las estructuras más complejas del Estado» y que crecía «porque sí». Sin abundar en discusiones ya dadas, los números desmienten claramente las palabras de Ceccatto: Argentina cuenta con un sistema científico que tiene 12 investigadorxs cada 10 mil habitantes, mientras que otros países «primer mundistas» como Israel, Dinamarca, Finlandia, Corea y Suecia tienen más de 60 investigadores cada 10 mil habitantes. Podría uno pensar que el objetivo en realidad era realmente, como decía Ceccatto, realizar «un cambio profundo». Pero el ahogo presupuestario al sistema en su conjunto demuestra que no fue ése el objetivo buscado: el único cambio profundo que se puede hacer en el sistema científico a través del ahogo presupuestario es su destrucción.
Además del ajuste presupuestario, lxs científicxs argentinxs han sido atacadxs a través de la creación de falsas dicotomías. Se crearon discusiones que están zanjadas en gran parte de la comunidad como ciencia útil vs ciencia inútil, investigación aplicada vs investigación básica y la reciente declaración de Lino Barañao «ciencia porteña vs ciencia del ‘interior'» en sus recientes declaraciones del 2 de abril al canal C5N. En esta misma oportunidad, el camaleónico ministro llegó al límite del ataque a la comunidad al decir que lxs científicxs que ingresaron al CONICET fueron «un experimento que salió mal» -creemos que ello se debe a que ha cambiado su marco teórico, sabemos que ninguna ciencia es neutral y que los objetivos del desarrollo científico del actual gobierno distan de ser el generar un modelo de desarrollo económico y productivo inclusivo.
Finalmente, el tercer eje de ataque a la comunidad científica nacional parte desde la praxis de este gobierno. Trascendiendo temas presupuestarios, hay una pregunta que fue desarrollada en profundidad desde la década del ’70 por Oscar Varsavsky: ¿qué relación tienen los proyectos nacionales y los desarrollos tecnológicos? Y a pesar de las innumerables aristas de esta discusión, hay una clara en cuanto a la relación entre el aparato estatal y el sistema científico.
El Estado tiene la responsabilidad de aprovechar el conocimiento técnico que se produce en sus organismos científicos. Y esta relación entre ciencia y políticas estatales se desprecia desde la mirada de los gerentes neoliberales. Es que su idea de tecnología los lleva a pensar que debe comprarse afuera. Tal vez ello sea por la costumbre de sus innumerables viajes a Miami y su poca experiencia en sentir la satisfacción de resolver un problema o construir algo por sus propios medios o junto con otros.
Un ejemplo de la falta de aprovechamiento del conocimiento científico fue la discusión sobre la reforma electoral y el voto electrónico. A pesar de las voces de investigadorxs del propio CONICET que se dedican a estudiar seguridad de la información alertando sobre la vulnerabilidad del voto electrónico, el propio gobierno elige desconocer estos resultados e insiste con regularidad con la implementación de un voto electrónico, incluso en su versión de «boleta electrónica».
Recientemente, el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey dijo que podía predecir «con un 86% de seguridad si una chica de 10 u 11 años va a tener un embarazo adolescente». Más allá de cuán desagradables son estos comentarios que difuminan la línea entre estigmatización y estadística, el trabajo en el que se basa Urtubey para hacer estas declaraciones adolece de gran cantidad de errores técnicos como, por ejemplo, informó el Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la Universidad de Buenos Aires.(3)
Tampoco se trata de tomar decisiones inherentemente políticas directamente a partir de informe técnicos, pero sin duda estos informes técnicos deben ser un insumo fundamental para la toma de decisiones políticas informadas, capaces y positivas para la sociedad.
Una de las grandes virtudes del sistema universitario argentino es su profunda relación con las actividades de investigación científica. La discusión profunda de la ciencia y la Universidad como fuente de conocimiento técnico debe ser dada no sólo por el sistema científico, sino además por un sistema universitario que profundice esta relación, discuta políticas públicas y la producción de conocimiento dentro de las universidades. A 100 años de la reforma Universitaria nuestro compromiso como científicos y docentes es el mismo: que nuestro trabajo se articule con el aparato productivo y lo potencie y que contribuya al desarrollo social y a la independencia económica de nuestro país. Es también la tarea de todxs lxs trabajadorxs de la Ciencia y la Universidad pertenecer a esta discusión y aportar sus conocimientos técnicos hacia el desarrollo de una ciencia nacional en la que lo único inviable son los gerentes.
Notas:
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