La realidad universitaria a 100 años de la reforma
Nuestro presente es de lucha
Iniciamos otro año de lucha y resistencia en la universidad pública. Acudimos nuevamente a las aulas con un conflicto en el horizonte. Conflicto que tiene como emergente la discusión salarial de lxs docentes universitarios, discusión en la que reverberan todos los malestares que aquejan a la universidad pública desde que asumió la alianza Cambiemos.
Desde hace dos años, en el marco de un fuerte ajuste al conjunto de lxs trabajadorxs, el presupuesto universitario viene a la baja: de invertir el 0,87% del PBI en 2015 el macrismo y sus aliados radicales lo llevaron al 0,77% en 2017. No hay inversión en infraestructura, las becas se reducen y se cierran programas socioeducativos. El ajuste en ciencia y técnica se visibiliza en el recorte de los ingresos en Conicet, en el recorte de su presupuesto, en el abandono de proyectos de soberanía científica como el Arsat y en el vaciamiento del INTI.
Las y los trabajadoras/es docentes venimos sosteniendo con esfuerzo la defensa de nuestros salarios, de las condiciones de trabajo y del derecho a la educación superior.
Arrancamos este primer cuatrimestre con la paritaria vencida, con una convocatoria tardía para la negociación y sin oferta salarial en puerta.
Nuestras certezas son dos:
-un gobierno cuya definición política es no escuchar a las y los trabajadoras/es y tratar de imponer un techo salarial del 15%
-nuestra férrea voluntad de lucha y nuestro compromiso con la defensa de la universidad pública, gratuita y popular. La misma voluntad con la que logramos torcerle el brazo al ajuste en 2016 y 2017, a través de la alianza con el movimiento estudiantil con quien construimos numerosos paros, incontables clases públicas y las masivas marchas del 12 y 16 de mayo de 2016 y 2017.
Quienes militamos en el campo gremial sabemos desde siempre que el debate sobre las condiciones de trabajo es un tema eminentemente político. Más aún en el caso de los y las docentes universitarios/as, en tanto las condiciones de enseñanza, aprendizaje y creación de conocimiento se vinculan directamente con el modelo de universidad. Pero han decidido imponer un manto de sospecha sobre las universidades públicas: derroche de recursos, gestiones fraudulentas y dudosa calidad de nuestro trabajo resuenan en las andanadas discursivas con las que se complementa el ajuste presupuestario.
Desde el gobierno de Cambiemos y sus replicantes mediáticos las universidades, la ciencia y la educación en general son habladas a través del signo de una lengua neoliberal y neocolonial: exceso de universidades (“¿qué eso de universidades por todos lados?” Macri en 2015); genocidio educativo (“una nueva campaña del desierto en educación”, Bullrich 2016); achique del sistema de CyT (“esta gente quedó afuera, no entraron y es algo que les cuesta ver”, Barañao 2017), la persecusión a quienes expresan voces disidentes (“El pensamiento crítico le ha hecho mucho daño a la sociedad”, Bullricht 2017). Al discurso y el apriete presupuestario se suman los avasallamientos de la autonomía a traves de la intimidación y la represión en las universidades, que denunciamos reiteradamente.
Frente a este panorama, hemos definido con nuestros compañeros y compañeras en la UBA y luego en Conadu, llevar adelante un plan de lucha que arranca con 48hs de paro los días 10 y 11 de abril y que lleva como principales reclamos:
- -recomposición salarial del 25%
- -inclusión de cláusula gatillo
- -jerarquización establecida en el CCT
Además seguimos reclamando por el FONID y la Paritaria Nacional Docente, el aumento de la garantía salarial y mayor presupuesto para los programas de capacitación y de finalización de tesis. En la UBA, en el mismo sentido, reclamamos por una solución integral a la grave situación en que se encuentra Dosuba y por la aplicación del CCT nacional.
Estamos a pocas semanas de conmemorar el centenario de la Reforma del ’18, el movimiento que nos legó la libertad de cátedra, la autonomía, el cogobierno y el carácter laico, abierto y latinoamericano de la universidad. Sus principios, que son también los nuestros, nos comprometen y nos obligan a redoblar esfuerzos en pos de profundizar el carácter democrático y popular de nuestra universidad frente a los avances mercatilizadores y los intentos privatistas.
La universidad es potencia colectiva de pensamiento y acción. Nuestra actividad no es reductible ni comprensible en los términos de la producción y el consumo de mercado. Reclamamos para nosotros y nosotras la irreverencia de los jóvenes del ’18, de la Universidad Obrera Nacional, de las cátedras nacionales, y nos negamos a justificar nuestra existencia en términos utilitarios. Queremos una Universidad que enseñe, produzca e intervenga. Una universidad en la que la excelencia sea sinónimo de desarrollo social, cultural, tecnológico y económico en las comunidades donde está presente.
Pongamos toda esa potencia en la calle y en las aulas, junto a estudiantes, trabajadores/as no docentes y organizaciones sindicales hermanas para seguir construyendo más y mejor universidad pública.