Compartimos la columna de Ricardo Romero, politólogo y docente UBA y miembro de la CD de FEDUBA publicada hoy en Tiempo Argentino. En ella se aborda la necesidad de abordar la crisis de los colegios, que se remonta a antes de 2001, cuando la recesión los golpeó presupuestaria y socialmente, desde una perspectiva de inclusión.
Hace poco más de un año, la sociedad argentina se consternó cuando un grupo de estudiantes del histórico Colegio Nacional de Buenos Aires irrumpió en una legendaria Iglesia de San Ignacio y la vandalizó. Gran parte de los generadores de opinión pública cargaron sus tintas pidiendo sanciones ejemplares a los jóvenes involucrados, algo que sucedió tanto en la institución como en la justicia, sin reparar en las causales que llevaron a que esto suceda. Es que los colegios preuniversitarios de la UBA sufren una crisis visceral, que se remonta a antes de 2001, cuando el impacto de la recesión los golpeó presupuestaria y socialmente.
Desde entonces comenzaron a tener déficit de infraestructura, caída de postulantes y desregularización de su cuerpo docente. Como efecto, los rectores Horacio Sanguinetti y Abraham Gak, que si bien tuvieron el mérito de dirigir la transición democrática, sin embargo dejaron un panorama desolador en la gestión de los mismos, lo que derivó en diferentes crisis institucionales y caída del rendimiento académico de los estudiantes.
Tras transitar un largo derrotero, donde ambos colegios pasaron por intervenciones o interinatos, lograron estabilizar su funcionamiento con una titularización masiva de interinos y la instalación de mecanismos consultivos para la elección del rector. Así, fueron consagrados tanto el profesor. Gustavo Zorzoli y, tras una crisis institucional, el doctor Marcelo Roitbarg. Pasados cuatro años, sus gestiones fracasaron porque la crisis de estudiantes libres persiste, por lo que es bueno realizar un balance crítico para pensar un nuevo camino para los colegios.
DEL ELITISMO A LA INCLUSIÓN. Si bien no es poco lograr una estabilidad institucional y haber avanzado en la realización de concursos del cuerpo docente, ambos colegios no lograron salir de su crisis pedagógica, que se sintetiza en el alto nivel de repitencia y exclusión, que presenta un modelo elitista que era impulsado por la Secretaría Académica de la UBA y que hoy se evidencia en decadencia.
Un diagnóstico apresurado, podría decir que el problema está en la selección del estudiantado, que luego de pasar por un tortuoso proceso de capacitación (o mejor dicho de entrenamiento) logran ingresar a un esquema pedagógico para el cual no están formados y sencillamente terminan fracasando, porque al menos el 30% queda afuera, y los quintos años presentan cursos de 20 estudiantes, muy lejos de esos 33 por curso que ingresaron.
Y si bien podría valorarse como positivo que el sistema de las academias, que a pesar de tener que costear durante un año unos 20 mil pesos promedio propició el ingreso de sectores sociales medios, lo malo es que chocan con un modelo elitista y excluyente. Encima se sigue apostando a un proyecto decimonónico de formación de elites, al menos en el Nacional es claro, cuando esos sectores dejaron de aspirar a serlo y donde los educandos de esta nueva generación presentan otros objetivos, prioridades y trayectorias, que los pone en tensión y los lleva al fracaso.
Ante esto, las conducciones de los colegios responden poniendo parches a las goteras, que implica un costoso sistema de tutorías, cuando hay que cambiar la cañería, o sea replantear el modelo de enseñanza. Y no se trata de abandonar la tradicionalidad de los Colegios, sino de replantear su función y propuesta pedagógica. Es más, mismo se podría recuperar el otro lado del proyecto mitrista, que oportunamente con el sistema de internados, obviamente a su proyecto político, buscaba incluir a referentes del interior del país. Así, podríamos lograr que esos 33 que ingresan, número simbólico para los masones precursores del colegio, terminen sus estudios. La propuesta consiste en incluir, no excluir, no dejar a ningún estudiante fuera del colegio.
Y no se trata de aprobarlos masivamente o bajar la calidad educativa, sino en flexibilizar la currícula, replantear trayectorias escolares de los estudiantes y reorganizar los formatos de cursada; para que la institución se adapte a su formación y no que los eche porque ellos no se acomodan a su sinecura burocrática. Por eso, para las próximas elecciones de rector, los colegios deberían salir del esquema de camarillas del rectorado, haciendo votaciones cerradas y secretas como lo prevé el bochornoso reglamento, y profundizar en nuevas ideas, como incluso las que está impulsando el nuevo secretario de Educación Media, Oscar García, para los nuevos preuniversitarios que tendrá la UBA.
Por eso, estas líneas pretenden impulsar este debate frente a un contexto donde un gobierno nacional invierte más de 6 puntos del PIB en educación y universaliza la enseñanza media. No podemos expulsar a 500 estudiantes al año, mientras ingresan 900, por no alcanzar una meta innecesaria, la de ser de elite. Debemos repensar la propuesta pedagógica, no para dar menos o de peor calidad académica, sino para generar condiciones de equidad para el acceso a un derecho, la educación. La ciencia política deja paso a la política.
Fuente: http://tiempo.infonews.com/nota/136352/colegios-que-incluyan-y-no-expulsen
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