Nuestro compañero Cristian Dodaro nos invita a pensar sobre las condiciones desiguales de cursada en este momento de aislamiento y la tarea que tenemos como colectivo de docentes para pensar cómo garantizar el derecho a la educación universitaria. Esto implica poner en agenda, por ejemplo, que los espacios de comunicación virtuales sean públicos, así como que exista un portal de recursos para la docencia y educación universitaria.
En 2017, en el marco de una fuerte avanzada del macrismo sobre la educación pública, formé parte de una experiencia que recuerdo con mucho afecto. Junto a estudiantes de la carrera de Comunicación de la Universidad de General Sarmiento (UNGS) decidimos visibilizar la situación que estábamos viviendo y llevamos nuestras clases a los vagones del Tren Urquiza.
“¿Alguien conoce la UNGS?” preguntaban los estudiantes en los vagones del tren “¿Dónde queda Malvinas Argentinas? ¿Conur qué? ¿Y para qué universidades en el Conurbano?”, ironizaban.
Pagamos el boleto como cualquier pasajero, los compañerxs ferroviarixs no se solidarizaron con la clase en el vagón, ni con “la clase”. Algunos estudiantes repartieron folletos sobre la situación presupuestaria de la Universidad.
Hicimos un breve informativo: se leyeron noticias de un medio monopólico y de un medio comunitario. Una misma noticia, dos enfoques: La ley antidespidos ¿una ley que favorece a los trabajadores o que los perjudica? Se leyeron los dos titulares y se analizaron los intereses económicos que defienden esos medios. Se comentó la forma en que se producen las noticias, que son un recorte hecho por el medio que la produce.
En cada vagón una estudiante introducía: “somos estudiantes de Comunicación de la Universidad Nacional de General Sarmiento y decidimos subir al tren a realizar una clase pública para mostrar lo que está pasando”.
“¿Qué es una política?” repetí en cada vagón. A mis estudiantes de la Licenciatura volver a responder esa pregunta les sirvió para aprendérsela y comprenderla. “¿Para qué sirven los estudiantes universitarios? ¿Para qué nosotros gastamos plata en los estudiantes?”, insistía.
Con un cartel en la mano pregunté:
-“¿Quién puede acceder al cartelito?”
-“¡Vos!”
-“Sólo yo porque el cartelito está de este lado. Para generar las condiciones necesarias para el acceso al cartelito tiene que haber una política específica. La generación de políticas específicas, para grupos más desfavorecidos en una sociedad es que se generan las políticas sociales”.
Uno de los ejemplos de políticas públicas que se mencionó fue la política de becas para estudiantes, que son una forma de equiparar oportunidades. Por ejemplo, alguien que tiene los recursos ¿necesita una beca? No, se están dando becas para estudiar, es una política social dirigida con contraprestación ligada al acceso al derecho. Las becas para estudiantes son una forma de equiparar oportunidades. Algunos pasajeros protestaban en voz baja, otros miraban con sonrisas a los estudiantes, muchos escucharon.
Algunos pasajeros nos reviraban las afirmaciones, nos interrogaban el porqué debían ingresar a la Universidad los extranjeros y otras cuestiones así. Los propios pibes (mis estudiantes) contestaban tranquilos, dando espacio al debate. Las personas se sentían cómodas y de esa forma se generaba un intercambio de opiniones que demostraba que no se estaba allí para pelear, ni provocar a nadie.
“Cambiamos aulas por vagones, lo que jamás vamos a permitir es que nos arrebaten nuestro derecho a estudiar”, dijo la Colo. Una de las estudiantes que más extraño.
¿Y qué tiene que ver esto con la virtualidad?
Dos cuestiones:
La primera es que cuando salió la idea de dar clases en un tren a mi me encantó. Es que cuando pibe, si no me hubiera colado en los trenes, si no hubiera tenido el termo de mate y los Guaimayen a 5 por 2 pesos, no me hubiera alcanzado la guita para terminar la carrera. Y esa es la cosa. Nunca hubo un acceso total y sin dificultades a la Universidad para los hijos de los laburantes -obvio que las Universidades del conurbano, las becas de apuntes y movilidad y otro conjunto de políticas facilitan las cosas, medio que es más fácil llegar al cartelito. Es lo malo del peronismo y sus esfuerzos por incluir: vuelve incómodos los puntos de vista y nos obliga una y otra vez a pensar en la intemperie y nos invita a pensar con los otros, en lugar de pensar por los otros.
Lo curioso es que algunos que hoy se desgarran, se angustian y se preocupan por las condiciones desiguales de cursada de quienes no pueden acceder a las tecnologías no lo hacían por quienes no podían afrontar los viajes en transporte público, ni afrontar la compra de apuntes.
Mientras algunos, que se resisten a renunciar a su lugar como faros de lo bueno y lo bello para entender la existencia de los sujetos optan por falsas dicotomías, o por meras escalas de grises, muchos otros producimos a pulso estrategias desde una perspectiva que entiende de forma situada que las iniciativas “pedagogicopandémicas” son una oportunidad para garantizar el acceso al derecho a la Universidad.
La segunda es que desde siempre debimos cuestionarnos los dispositivos pedagógicos. Como reflexionaba mi compañera Julieta Ríos, en una charla que mantuvimos, el docente se sienta al frente, con todos les estudiantes mirándole y es como mirar con anteojeras la clase. De esa forma es más fácil que las hojas amarillentas de textos repetidos, una y otra vez, se vuelvan una verdad revelada. Y si. Disponer así del aula no es neutro. Tampoco son neutras las aplicaciones desde las que estamos llevando adelante las tareas pedagógicas.
Poder ver a los que participan, o no, trabajar en grupos; que se pueda silenciar al resto; compartir pantalla; no son características menores y elegir una plataforma por una u otra son decisiones políticas así como elegir la forma de ubicar las sillas y mesas.
Tal como señala mi querido compañero de FEDUBA, CONADU, CTA, Federico Montero afrontamos el desafío de construir una agenda propia para enfrentar esta crisis y sus particularidades. Esta pandemia aceleró procesos que ya se venían dando de hibridación entre educación virtual y presencial y nos enfrentamos a la contradicción de encontrarnos dando clases con dispositivos que pertenecen a empresas privadas.
Necesitamos una agenda para que la Argentina tenga un programa Conectar Igualdad para la Universidad, de la mano de Arsat desarrollar una app en función de nuestra ideología y objetivos que funcione bien y que los espacios de comunicación virtuales sean públicos, así como que exista un portal de recursos para la docencia y educación universitaria. Como colectivo de docentes tenemos que tener la capacidad de discutir estas cuestiones que también atraviesan la dimensión de protección de nuestros derechos.
Para llevar adelante estas acciones y políticas es necesaria una apuesta por la complejidad. Ya no se trata de preguntar como lo haría Beatriz Sarlo respecto del funcionamiento de lo cultural y lo pedagógico “qué se mezcla en la mezcla” sino de cómo lograr que los sectores populares puedan meter la cuchara. Es eso o caer en el legitimismo. En la demagogia para los que aspiran, en la reverencia al poder.
Algunos siguen pensándose como guardianes de las llaves, pero de lugares a los que no queremos entrar, los Universitarios caminamos por el conurba y a ellos les molesta.
Fuente: https://www.unaj.edu.ar/pueblo/revista-pueblo-6/colaboraciones/reflexiones-pandemico-pedagogicas/