Compartimos la entrevista a Axel Didriksson, Investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Presidente de la Global University Network for Innovation (GUNI) para América Latina y el Caribe, quien aborda la situación mundial en el marco de la Campaña Latinoamericana y Caribeña por la Democratización de la Educación Superior y el Conocimiento.
¿Con qué expectativas y con qué diagnóstico nos enfrentamos a esta nueva Conferencia Mundial?
En los datos y tendencias que he analizado en una investigación que hice entre 2017 y 2019, antes de la pandemia, en quince países de Asia-Pacífico, Europa y América Latina, en el marco de un trabajo que estoy coordinando sobre el capítulo regional de América latina que va a ir al informe mundial de GUNI (Global University Network for Innovation), lo que encontré es que hay países que prácticamente han asumido la privatización total de su sistema de educación superior y otros que han presentado una tendencia de mercantilización. Esto es: que una parte del presupuesto de sus universidades públicas, las que aún tienen subsidio del Estado, tiene que venir de las propias universidades, de la venta de sus servicios, de la comercialización de las patentes, de los proyectos con las trasnacionales, de la competitividad con el mercado, de desarrollos tecnológicos para conseguir recursos. Esto lo he llamado un proceso de corporativización. En otros casos, ha sido prácticamente de privatización. El caso de Tailandia: hace ya dos décadas desechó todas las universidades públicas, todas se convirtieron en universidades privadas. Igual Malasia, que impuso junto con Singapur un modelo de corporativización y privatización e incluso de convertirlas en universidades de mercado, en lo que se denomina como “Universidades de Clase Mundial” (World Class Universities). También en Japón dejaron de ser universidades nacionales, como se llamaban constitucionalmente, subsidiadas por el Estado. Ahora se les dio más autonomía, pero como corporaciones, para conseguir recursos. Para ellos, el concepto de autonomía es de autonomía financiera, no es de libertad de cátedra, de libertad de investigación, no es de un campus que se convierte en un espacio libre de aprendizaje, como son las universidades nuestras. Incluso la propia China, que no deja de subsidiar la gran mayoría de su sistema, tiene un proyecto de crear cien universidades de clase mundial con este sistema corporativo. Entonces, lo que estos países van a llevar a la Conferencia Mundial de Educación Superior es un modelo que van a asumir como el mejor del mundo, como el de mayor calidad, el que está presentando cambios radicales, innovadores, de investigación, de competitividad, en las áreas de punta del desarrollo científico-tecnológico (automotriz, eléctrico, de uso de nuevos materiales de miniaturización nanotecnológica).
¿Y qué es lo que se está perdiendo en esa mutación? ¿Por qué ese tipo de modelo no es una universidad que les sirva a nuestros países o a nuestro mundo?
Es un engaño, en realidad. Ni siquiera para sus propios países es real esto. En el estudio que hice demostré que en el fondo sigue operando la construcción de un conocimiento libre, de manejo de datos de acceso abierto, de conocimiento tácito, y que el investigador, el académico, el estudiante trabajan sobre la base de la autonomía y la libertad académica. Entonces, es un engaño. Donde se va a la corporativización y a la privatización es en la administración. La administración se ha ultrafortalecido. Los rectores, los decanos, los administrativos tienen que seguir el modelito corporativo, pero abajo, los que desarrollan creatividad, innovación, producción de conocimiento son los propios investigadores que se rigen por sus propias reglas, cánones, metodologías, epistemes, etc., que dependen de la libertad académica. Entonces, es una suerte de doble discurso. Muestran ese modelo como el mejor, pero en el fondo siguen influyendo la autonomía, la libertad de cátedra, los pares, etc. Pero empiezan a tener condiciones de persecución. En China está el delegado del Partido Comunista junto al rector y entre los dos toman las decisiones. El académico desarrolla su proyecto, pero, si le dicen “esto no nos conviene”, le quitan el recurso al investigador. Lo mismo está pasando en Estados Unidos, donde Slaughter, Leslie y otros calificaron este modelito como de capitalismo académico. Siguen las universidades subsidiadas por el Estado, por la industria militar, por los gastos de defensa o de salud, en proyectos de investigación de punta que ellos consideran competitivos, pero en el momento en que por la libertad académica un investigador se sale de los protocolos estándares es perseguido, judicializado inclusive, le quitan el recurso y lo ponen en una lista negra. Eso lo ha denunciado el sindicato de profesores universitarios de manera muy fuerte porque también está ayudando a la precarización de los profesionales en el marco de las universidades de este tipo. En Europa hay un sistema mucho más resistente, donde hay universidades que defienden, como en las nuestras, su autonomía y su libertad académica, que se movilizan con los estudiantes, y que crean un escenario de polarización. Porque ahí también hay universidades idas hacia la mercantilización o hacia la americanización, con todo el proyecto Bolonia, que trabaja en el marco de la comercialización y mercantilización abierta, hacia la creación del espacio mundial del conocimiento. Otros modelos, por ejemplo el nórdico, básicamente de Suecia, Noruega y Dinamarca, han adoptado una producción de alto nivel de ciencia, tecnología e innovación en relación con el bienestar de su pueblo. Ahí hay un matiz. Por ejemplo, la Liga de Universidades Europeas de Investigación (LERU, en inglés) ha adoptado el concepto de no a los rankings ni a los estándares, y de investigación con la innovación siempre y cuando tenga un impacto social. Eso se acerca un poco más a nuestros principios generales. En América Latina, el gran problema es que no solamente tenemos la región más desigual sino también la región más privatizada y mercantilizada del mundo, porque, a pesar de la desigualdad, la tasa de crecimiento de las instituciones de educación superior privadas, algunas de una bajísima calidad, en algunos países ya alcanza el 70, el 80 y hasta el 90 por ciento del total de la matrícula y del número de instituciones. Por ejemplo, en México, el gobierno actual ha frenado esta situación, pero en épocas pasadas fue el país que tuvo el índice per cápita de mayor crecimiento de la mercantilización y privatización de la educación superior en el mundo. No es que tengamos un domino de la universidad privada en México, pero la tasa de crecimiento fue la mayor en el mundo. Países como Brasil, Colombia, algunos países de Centroamérica, Ecuador, Perú, Chile… son 7, 8, 10, 15 países que tienen tasas de privatización del 65 o el 70 por ciento. Aquí los que se salvan son Argentina, Uruguay, Cuba, Venezuela…
¿Cómo enfrentar en la Conferencia Mundial estas tendencias hacia la privatización?
Tenemos que ir muy bien organizados, incluso con los gobiernos. Ahorita me estoy comunicando con cuatros, cinco o seis ministros de Educación Superior, incluso bajo el mandato del propio gobierno mexicano de que así lo hagamos junto con redes, asociaciones, sindicatos, grupos estudiantiles, grupos de rectores, para llegar y decir primero que no es un modelo que podamos calificar como de clase mundial. Porque ¿quién controla esa clase mundial? ¿Estados Unidos? ¿Es un organismo especial de educación superior que rige lo destinos de las universidades en el mundo? No. Nosotros estamos por una internacionalización solidaria, no por universidades de clase mundial. Estamos por una cooperación entre pares, horizontal, y no por una competitividad sobre la base de patentes que acaparan las grandes trasnacionales, como ocurrió en la pandemia. Los grandes descubrimientos para acelerar la producción de vacunas vinieron de universidades y grupos de trabajo públicos, que venían trabajando desde hace muchos años, desde los 60 o 70 inclusive. Claro que cuando se vino el negocio fueron sobre las universidades, sobre los grupos de trabajo, soltaron millones de euros o de yenes o dólares, hicieron su patente, las concentraron las grandes farmacéuticas y a nosotros no nos vendieron ni la patente para hacer nuestra propia producción, como debería de haber sido humanitariamente. En América latina los únicos que pudimos hacerlo fueron argentina y México. Hicimos un convenio para trabajar en la Argentina la producción y nosotros la distribución de una vacuna que nos sirvió a todos y pudimos vacunar más o menos rápidamente sin pagar tanto hacia industrias farmacéuticas, aunque sí las seguimos comprando por la necesidad. Esta situación la vamos a enfrentar en la Conferencia Mundial. Van a llegar la OCDE, el Banco Mundial, el FMI, diciendo “aquí está la plata para que las universidades sigan produciendo conocimiento comercial y queremos que este modelo de servicio global se expanda”. Nosotros vamos a decir no. Tenemos que aprovechar los conocimientos de la humanidad para todos. Creemos que la educación superior es un bien público, no se puede mercantilizar. Es un deber del Estado. Si vemos que la tendencia va -como yo preveo que va a ocurrir- hacia decir que es un servicio global y que tenemos que competir porque eso nos da calidad, nosotros vamos a comprometer a ministros para que en el momento en que se dé una declaración de esa magnitud, contraria a los resolutivos de las conferencias anteriores, se diga “no, no es una mercancía”. Luchamos por la internacionalización de los conocimientos de amplio acceso, por la cooperación solidaria, por el respeto a la autonomía y a la actividad académica, por el respeto a las universidades que desarrollen el conocimiento desde la perspectiva del impacto social vinculado a los grandes problemas que tenemos que resolver como países y como región. Los propios países dizque desarrollados también tienen estos problemas porque por supuesto que ahí hay pobreza, miseria, falta de educación, de otorgamiento de servicios, hay millones de inmigrantes. Este modelo es elitista, sectario, promercado y ni siquiera para sus propios países sirve.
¿Qué pasa en los propios países europeos o en Estados Unidos con este modelo de universidad? ¿Hay movimientos de cuestionamiento o resistencia?
Hay un movimiento. Yo estoy en contacto con los sindicatos académicos universitarios de Canadá, Estados Unidos y México que integran la Coalición Trinacional en Defensa de la Educación Pública y que se mueven todos los días, que están precarizados, que luchan por una estabilidad laboral, por la libertad académica y la autonomía. Por supuesto que también los sindicatos universitarios de América Latina que están en al IEAL van a llegar Barcelona con sus posturas en la calle. Ya ahorita hay movilizaciones de estudiantes españoles en la propia Barcelona que están pronunciándose en contra de la nueva ley universitaria. Obviamente, van a aprovechar la coyuntura de que va a haber representaciones importantes a nivel mundial y se van a demostrar, también los profesores. Nosotros vamos a ir organizados y muy fuerte. Ya se lo dijimos y de repente por eso están medio temerosos y mandaron la conferencia a nivel cuarto dentro de la nomenclatura de la UNESCO. Lo quieren hacer como un grupo de expertos y de gente muy seleccionada. Pero, igual, como es un organismo intergubernamental, vamos a llegar con asociaciones que tienen representatividad universitaria de educación superior y gobiernos (no muchos desafortunadamente), un grupo fuerte que se va a manifestar con toda claridad de una manera crítica respecto a estos modelos de supuesta hegemonía que hay que revertir y hay que regular. Vamos a llevar una propuesta de que las universidades privadas deben ser reguladas por el Estado para que sean un bien público, porque el principio de bien social y público de la educación superior no es solamente para las públicas. También es una responsabilidad de las privadas, que tienen que rendir cuentas a la sociedad, tienen que definir la calidad social desde el plano de la interculturalidad, de la resolución de problemas, no pueden simplemente vender títulos. Vamos a exigir que las universidades privadas estén mucho más reguladas, con muchas mayores restricciones para operar.
Fuente: https://iec.conadu.org.ar/noticias/Axel-Didriksson_222