En el marco del ITD, contamos con la presencia de Dora Barrancos (Miembro del comité académico del ITD, Licenciada en Sociología y Doctora en Historia y asesora presidencial). Abordó la persistencia de rasgos androcéntricos en la producción del conocimiento científico.
Si observamos la historia del desarrollo de la ciencia, se puede apreciar que la bifurcación de caminos que llevaron al no reconocimiento de las mujeres como creadoras de conocimiento proviene paradójicamente del salto a la modernidad y del nuevo convenio que trajo el ascenso de la burguesía.
Es en la modernidad que el conocimiento se torna científico y se arraiga en la “secuencia racional” separándose de la moral y la filosofía. Paralelamente, emerge una concentración de ese saber científico en los varones y la absoluta exoneración de las mujeres de dicha esfera, que en el pasado no había sido tal.
El concepto que envuelve esta exclusión de las mujeres del conocimiento científico refiere al sistema patriarcal, definido como sistema regular de asimetría que confiere a los varones una primera experiencia de privatismo. La historiografía feminista nos propone una hipótesis para enmarca dicha patrimonialidad, afirmando que la primera experiencia de privatización de la humanidad es la experiencia de privatización de los cuerpos femeninos. Lxs seres humanxs somos la única especie que cuenta con un orden simbólico, construido a partir del tabú del incesto, que lleva a la rotación de las mujeres a otros grupos. Este escenario conforma la construcción de una base patriarcal societal que se fue arraigando con diferentes grados de exorbitancia en diferentes regiones.
Tras este recorrido conceptual, Dora Barrancos retomó los supuestos del inicio, señalando la falta de reconocimiento de las mujeres filósofas durante el siglo XlX. Este severo trastocamiento encuentra su causa en los valores imaginarios del orden jurídico burgués. El salto cuántico a la modernidad también implicó la patriarcalización de las formas.
“Tal es la opresión de las mujeres, que todas las ciencias han sido construidas por los varones, inclusive la ciencia histórica”, explicó Barrancos. Esta notable exoneración encuentra un correlato en el impedimento de las mujeres para ir a la universidad durante gran parte del siglo XlX. Las universidades más importantes de Inglaterra no abrieron sus puertas a las mujeres hasta el año 1870. Asimismo, la titulación completa en comparación con la de los hombres se dio muy lentamente. Aunque las mujeres hicieran el mismo curso que los varones no obtenían el mismo certificado. Recién en el periodo post segunda Guerra Mundial, las mujeres pudieron tener el mismo título que los hombres.
Adentrándonos en el presente, es notorio el bajísimo número de mujeres que han recibido el Premio Nobel por ciencia. Si bien la situación ha mejorado, la segregación de las mujeres en el sistema científico persiste.
Cuando hablamos de mujeres y mercado laboral se confirma que si una profesión se envilece en cuanto a retribuciones salariales convoca más a las mujeres. Por eso en áreas informáticas, más encarecidas en lo retributivo, la retracción de la presencia femenina es mucho mayor.
Por otro lado, nos encontramos con una altísima participación de las mujeres en salud, que puede explicarse a partir de una razón muy elemental: el acto de curar con abnegación se considera una tarea femenina dentro del orden burgués. Si bien no hay estudios que den cuenta de esta notable sobrerepresentación femenina en las ciencias biológicas, no puede fundamentarse en el hecho de que “las mujeres están más cerca de la vida”.
Es interesante ver la situación particular de nuestro país. Argentina es uno de los países del mundo que concentra la mayor cantidad de mujeres en el sistema científico, ocupando los primeros puestos del ranking mundial. Nuestro país tiene alrededor de un 54% de investigadoras en el CONICET, concentradas en mayor medida en áreas relacionadas a la salud y a las ciencias biológicas. En cuanto a las tecnologías blandas, como la de alimentos, también encontramos una alta participación de las mujeres, a diferencia de las llamadas “tecnologías duras” como ingeniería, electrónica o informática.
Esta preponderancia de la población femenina argentina en la ciencia se debe al desarrollo de una escuela media más igualitaria durante la época peronista, que posibilitó el ingreso masivo de toda una generación a la universidad y la conformación de un amplio y politizado grupo de jóvenes universitarias en los años 60.
Si bien las mujeres son mayoría en el CONICET, y aun con toda la capacidad transformadora que hubo en el sistema científico y tecnológico, el techo de cristal sigue muy presente. En el nivel de asistente hay una sobre representación de mujeres mientras que los puestos más altos están ocupados por hombres. “En la cúspide solo hay un 25 porciento de mujeres y tiene que ver con circunstancias generizadas. Las científicas también son además amas de casa y tienen que atender a lxs niñxs.”
Para concluir, Dora Barrancos señaló la importancia de emprender una corrección racional de los procesos de evaluación, que impacte en una verdadera alteración de los cuadros de representación de la mujer en la ciencia. “No se necesita una medida de acción positiva, sino simplemente incorporar una correlación de los significados existenciales que tienen los sujetos, que efectivamente están diferenciados por culturas patriarcales”.